martes, 19 de agosto de 2008

La cuota diaria


Llego tarde a casa y la campana del teléfono me recibe como un perro fiel, apenas cruzo la puerta.
No tengo ninguna duda acerca de la voz que estoy a punto de escuchar.

Diego: ¿Hola?

Mamá: ¿Diegui?

Diego: Ah, hola ma.



Bingo. Es evidente que estuvo llamando insistentemente desde la hora en la que debería haber llegado. Cualquiera se sentiría sofocado con una actitud como esta. En mi caso, me pasa todo lo contrario, porque me prepara.
Si está ansiosa, sé que tiene algo para recriminarme.

Mamá: ¿Recién llegás?

Diego: Si, recién... acabo de cruzar la puerta.

Mamá: ¿Alguna nove?

Diego: No, ma... todo igual que esta mañana.

Mamá: Che, Die... yo quería hablar con vos...

Diego: ¿Ahora?

Mamá: Si... ¿podés?


Ahí viene.

Diego: Decime.

Mamá: Tratá de llamar más seguido...


Es infalible. A veces pienso si el resultado es intuitivo o estadístico.
Creo que lo pienso solo para no desanimarme, porque la respuesta es evidente.

Diego: ¿Más? Hablamos una o dos veces por semana y nos vemos una por lo menos.

Mamá: Si, pero yo necesito más.

Diego: Si, te entiendo. Pero vos sabés que a veces se me pasa. No es mala onda, es que estoy con mil cosas. Igual insisto, no me parece poco.

Mamá: A mí sí.


Una madre judía tiende a sobredimensionar, está claro. Por eso, todo lo que nos pasa, a ella le pasa más intensamente.
Si a nosotros nos parece poco tiempo, para ella es una eternidad ¿Comprendido?
Una estrategia inteligente es negociar entre la realidad y SU realidad, como digamos... sacar un promedio.

Diego: Ok... a ver... tratemos de cerrar en un número de veces ¿Cuántas te vendrían bien?

Mamá: Si fuera por mí, todos los días.

Diego: Te propongo una cosa: Te llamo dos veces y te veo una vez por semana, igual que hasta ahora. Pero una de cada dos veces que te llamo, te digo "te quiero" ¿Te va?

Mamá: Mirá que sos amarrete.

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