lunes, 20 de octubre de 2008

El regalo prometido

Si las madres, en general, disfrutan el hecho de que sus hijos se tomen un día en el año para homenajearlas, las progenitoras judías encuentran en el día de la madre, la excusa perfecta para trabajar como condenadas.
Porque la escencia de ser madre judía es lo que se festeja, y quejarse, sufrir como más de quinientas décadas de antepasados, es la orden del día.
Y mientras tanto, los hijos también sufren; porque comprar un regalo que a mamá le convenza, es una especie de prueba. Es la evidencia del cariño, es demostrar cuánto la conocemos.
Los regalos son una incomodidad por definición, se rigen a través de la falsedad.
No conozco a nadie que diga "Excelente, este sábado tengo que dejar de ir a jugar al tenis para comprarle el regalo a Carlitos". Por otro lado, la persona que lo recibe, tiene prohibido poner cara de ojete. Si no le gusta, igualmente tiene que decir "Hermoso, justo lo que quería". Y si quisiera cambiarlo, solamente para que el espantoso adefesio que acaba de recibir no le dañe las retinas de aquí en más, deberá decir algo como "¿Se podrá cambiar por talle?", únicamente para no herir los sentimientos del obsequiante.
Paradójico, teniendo en cuenta que si le preguntáramos a todas las personas que dan regalos, el 99,9% de ellas contestarían que prefieren que el homenajeado les diga la verdad, pero que igualmente les molestaría o los pondría incómodos que a quién lo recibe no le guste el presente.
Me acuerdo que mis abuelos viajaban mucho, y siempre traían regalos para todos los nietos. Y si bien tenían una hermosa intención, tenían un gusto de mierda.
Los souvenirs de los viejos se amontonaban en lo más profundo de la zona más recóndita en el último culo del peor placard. Y eso no le servía a nadie.
Me imagino la tristeza que les generó que sus seis nietos les pidieran que cuando viajaran les trajeran como regalo remeras lisas.
Un lujo: viajar más de once mil kilómetros hasta Budapest para traer un remera que se puede comprar en el Hering de Flores.
De todas maneras, a mamá nunca le importó demostrar su inconformidad. Ella cambiaba todo lo que le regalábamos.
Al principio, frustraba, pero lo aceptábamos porque lo importante era que se quedara con algo que use. Con el tiempo, empezó a comprarse sus propios regalos y nosotros nos enterábamos en qué consistía, una vez que rompía el paquete.
La siguiente conversación tiene lugar un par de meses antes del día de la madre:

Mamá: Se viene el día de la madre.

Diego: ¿Te vas a ir a comprar tu regalo?

Mamá: No, este año no. Lo voy a dejar a cargo tuyo.

Diego: Buenísimo. ¿Qué tengo que comprar?

Mamá: No tenés que comprar nada.

Diego: Mamá, hace más de 15 años que no uso Crealina, por favor no me hagas volver ahora.

Mamá: No tenés que hacer nada.

Diego: Bueno, si... el verso del abrazo y el beso...

Mamá: No, tampoco. Este año quiero que me regales una novia.

Diego: ¿No te parece un poco tarde para empezar con el lesbianismo?

Mamá: Mirá que sos ordinario. Quiero que traigas una novia, Diego.

Diego: ¿Y de dónde querés que la saque?

Mamá: Dale, ¿te creés que soy idiota yo? Ya sé que no me entero de un montón de cosas.

Diego: No tengo novia, mamá.

Mamá: Bueno, entonces conseguila. Hacé como tu hermana, que se metió en la web de la cole y se terminó casando con tu cuñado.

Diego: ¿De la cole? ¿Vos te pensás que yo voy a elegir una mujer por si es judía o no?

Mamá: Son tus raíces. ¿O te vas a parar en la puerta de una iglesia a esperar a que salga alguna?

Diego: Estaría usando el mismo criterio.

Mamá: Lo que quiero decir es que no tenés voluntad. Hay muchos lugares para conseguir novia, pero vos no hacés nada. Salís con tus amigos, que son todos varones.

Diego: ¿Pero quién te dijo que yo quiero tener novia?

Mamá: Diego, la vida es corta. ¿Vas a esperar a tener cuarenta años? Después vas a tardar no sé cuantos más hasta que empiecen a convivir y, cuando quieras tener un hijo va a ser tarde. Después de cierta edad, hay riesgo de que nazca mogólico.

Diego: Estás hablando de tu sueño, no del mío. No me tienta para nada tener que cambiar pañales en este momento.

Mamá: Los cambiará tu mujer, no sé... ya verás. Lo importante es empezar con tener a alguien.

Diego: Lo que no creo es que tenga que conseguir una novia solamente para conformarte a vos.

Mamá: No es por mí. Es por vos. Ya me lo vas a agradecer.

Diego: Pero estábamos hablando de tu regalo...

Mamá: Ah, el regalo... bueno, con un alajerito de Magneto me dejás chocha.